Estos tiempos que nos ha tocado vivir son realmente apasionantes. Y lo son en muchos sentidos...
Lo que más me toca de cerca es la posibilidad de ser testigo y parte de un proceso político y social extraordinario, especialmente teniendo en cuenta del lugar desde donde partimos hace tan sólo diez años atrás y el descreimiento absoluto que existía en ese entonces en nuestro propio país, en nuestra propia gente y especialmente en la desprestigiadísima clase política de principios de siglo...
También me resulta apasionante (aunque llegue a angustiar, a dar bronca y hasta a caer en cierto pesimismo) que exista una oposición tan vehemente, intolerante, destructiva, en algunos casos hasta fanatizada y casi siempre movilizada en exclusividad por odios diferentes, pero convergentes: odio de clase, intolerancias varias, discriminación, intereses económicos o de pertenencia, etc. Y hasta el implantado desde las grandes usinas de odio, expresadas casi exclusivamente por las corporaciones mediáticas dominantes, dedicadas de manera permanente y sistemática a crear climas de miedo o hasta de terror, a bajar las defensas de la población, a crear falsas realidades distrosionando la verdad o mintiendo a secas.
Esta manera incivilizada, brutal y antidemocrática de atacar lo que no les gusta en lugar de tratar de construir honestamente una posibilidad de cambio dentro de las reglas que establece la Constitución y la convivencia democrática hace que a veces los que estamos "de este lado del río" reaccionemos de una manera que no es la más conveniente. Y no es conveniente, según creo, porque nos hace rebajar a la altura de estos personajes y nos quita envergadura ideológica o simplemente hace que nuestras convicciones puedan ser atacadas con mayor facilidad por los que no tienen otra convicción que su odio militante. Y fundamentalmente, porque con esa manera de reaccionar no lograremos "convencer" o acercar a aquellos que podrían al menos acompañar, aunque fuera de manera crítica, este mismo proceso político y social al que adscribimos y apoyamos.
Se me viene a la mente dos personajes, políticas ellas, que son de los blancos predilectos de kirchneristas y de algunos otros que no lo son. Es que son personajes que por diferentes motivos se constituyeron en buena medida en la representación de lo peor de la política de los últimos decenios. Ellas son Elisa Carrió y Patricia Bullrich...
Todos tenemos en claro los evidentes desequilibrios de la diputada Carrió y de su admitida defensa de los monopolios, en especial del Grupo Clarín. Inclusive su disposición para defender lo indefendible, como es el caso de la apropiación de dos chicos durante la dictadura militar por parte de la dueña de ese medio, Ernestina Herrera de Noble. También sabemos de su nombramiento como jueza en la provincia del Chaco en ese mismo período atroz.
Por el lado de la diputada Patricia Bullrich es también conocida su inestabilidad política, que la llevó a buscar refugio de partido en partido ante su escaso o nulo apoyo popular. Pasó de su pasado "revolucionario" a militar en uno de los partidos que están más a la derecha en el espectro político nacional, el PRO de Mauricio Macri... Se le atribuye también, por otra parte, una cierta debilidad por las bebidas alcohólicas. Esto no lo suscribo pues no es comprobable, más allá de un episodio puntual en un control policial de alcoholemia al que ella se negó a someterse.
No estoy diciendo que haya que olvidar la historia de estos personajes o de cuaquier otro. A lo que voy es a que cuando alguna de estas dos diputadas opositoras, nefastas en todo el sentido de la palabra, dicen o "proponen" algo, la militancia sale a responderles casi automáticamente. Y la mayoría de las veces se les imputan algunas de estas cuestiones que enumeré anteriormente y no se ataca lo que dicen puntualmente en cada momento. De esta manera, lo que hacemos es mostrarnos agresivos casi gratuitamente y no rebatimos los argumentos falsos, equivocados o malintencionados a que nos tienen acostumbrados estas dos mujeres, como tantos otros de la "oposición".
Tendríamos que tomar conciencia de que responder o increpar a estos personajes de esta forma, no sólo no enriquece ningún debate ni pone claridad sobre las cuestiones que se supone queremos contrarrestar, sino que hacen que volvamos una y otra vez sobre "chicanas" que por tan utilizadas, pierden la mucha o poca efectividad que podrían haber tenido alguna vez. No contribuyen a afianzar nuestras posturas sino más bien todo lo contrario. Hace que aparezcamos nosotros como intolerantes.
Creo que debemos ser más inteligentes y buscar la manera más eficaz de atacar lo que sabemos que es una falsedad, una falacia o directamente una maniobra antidemocrática.
Enrostrarles estos hechos de su pasado no conducen a nada ya que son conocidos y al parecer a quienes las siguen no les importa en lo más mínimo. En cambio, si podemos desarmar sus discursos y sus intensiones, el efecto no sólo será más positivo para dejar sin respuestas aceptables a estos personajes, sino que tal vez pueda producir al menos una sombra de dudas entre algunos pocos de quienes adhieren a sus posturas. Y en el último de los casos (admito que el más probable de todos), podremos sentirnos más satisfechos nosotros mismos pues habremos tratado de aclarar las cosas según nuestros criterios y hasta tal vez encontremos argumentos que ni siquiera se nos habían ocurrido antes...
Por último, apelar como fórmula casi exclusiva a estas "chicanas" indica en principio que nuestro compromiso y nuestra manera de militar se ha estancado, que no está creciendo. Y en momentos tan difíciles como se nos están presentando ahora, no podemos darnos el lujo de quedarnos quietos en ningún sentido. Menos aún en el campo de las ideas y del debate.
Si queremos avanzar, avancemos en todo sentido. Y hagámoslo tanto como parte de un conjunto social y político determinado, como individualmente. Si nosotros nos enriquecemos como individuos, enriquecemos al conjunto y a la pertenecia política y social con las que estamos comprometidos...
Los tiempos difíciles nos obligan a crecer en todo sentido. Si no crecemos terminaremos decayendo y perdiendo lo conquistado...