Chiquilladas...


Los juegos que siguen vivos en la cercana lejanía.
La picardía sonriendo tras las pestañas.
Los mágicos secretos del silencio compartido.
Las miradas claras y las risas libres...
Lo repentino.
Lo que no necesita de razones, ni las procura.


La "nada" que lo contiene todo...


Suele decirse que la única certeza que tenemos es que nacemos y morimos. Sin embargo, a cada paso la realidad me demuestra que no existe una única verdad, como tampoco una sola realidad (si es que la verdad y la realidad existen).
Tal vez lo que más se acerca a "la verdad" es que ni siquiera nacemos y morimos, sino que trascendemos. El nacimiento y la muerte son estados circunstanciales de un mismo proceso. Un proceso que no tiene ni tiempo ni plazos, sino que es el todo.
Al ser trascendentes, el tiempo deja de existir pues carece de sentido como tal. Creemos que el reloj y el calendario rigen nuestras vidas, sin embargo son sólo instrumentos creados por el ser humano y cuyo único sentido es poder tener un cierto orden en el segmento que transitamos en determinado punto y que denominamos ampulosamente como "la vida".

Es así que el tiempo es simplemente una ilusión conveniente a determinados fines, pero insustentable como idea de supuesta realidad concreta e inamovible. Al ser trascendentes, el tiempo desaparece, se diluye en su propia esencia. Esto es, en la nada.
No hay pasado ni presente ni futuro. En primer lugar porque es algo tan relativo y dual como lo es todo en el universo, en la mente y en lo que denominamos "vida". Siempre se dependerá de la percepción de cada individuo, de cada Ego, de la circunstancia y del punto evolutivo de cada cual. Nunca el pasado será el mismo para dos personas. Tampoco el presente o el futuro.
Por otra parte, la idea de pasado, presente y futuro son absolutamente inasibles. En el mismo instante tenemos siempre tres puntos del "tiempo", siendo el presente el más absurdo de los instantes. Quizás, si eso fuera posible, el más fugaz de todos. Antes de pronunciar la palabra "presente", éste ya es pasado. Se puede decir que la misma cosa sucede con el "pasado" y con el "futuro". Por eso, todo sucede a la vez, inevitablemente. Estoy convencida de esto, aunque resulte poco menos que imposible para mí dar una explicación exacta del fenómeno. Pero sabemos que casi nada puede ser explicado de manera sencilla y clara, hasta para cada uno de nosotros mismos, así y todo creemos tener certezas de casi todas las cosas...

Si somos trascendentes, si trascendemos a la vida y a la muerte, ¿cuál es el pasado, el presente o el futuro? Estamos en un movimiento constante, aún en lo que conocemos como la "muerte" que no es más que un cambio de estado, un paso necesario para seguir nuestro camino. Lo imagino como un círculo. No un círculo vicioso, sino virtuoso. Un camino circular por el que constantemente estamos volviendo a puntos que dejamos atrás, no como involución sino para perfeccionarnos y evolucionar. Recorremos cada punto contenido en el círculo conociéndolo, reconociéndolo y optimizándolo hasta llegar a la perfección. El círculo es, en definitiva, como el número cero, que es "nada" y lo contiene todo...

Aguas primordiales...


Busqué sin encontrar, porque busqué sin saber buscar. Seguí en la bruma los rastros de mi aliento, en los serpenteantes senderos de los deseos ajenos y en las colinas atestadas de sueños inconclusos.

Perseguí quimeras disfrazadas de utopías y dibujé la vida en las hojas del otoño.

Creí encontrar en las miradas de otros ojos lo que los tuyos y los míos supusieron ya no ver.
Sentí la ausencia, imaginé destinos, pospuse milagros y lloré despedidas que nunca llegaron.

Estuve perdida en el centro de mis noches, vestida de dudas y de mis propios fantasmas, desnuda de estrellas, sin guías del alma. Cuando ahogada en mil miedos desesperaba de mi misma, cuando me hundía en la ignorancia de mis íntimos secretos y de todo lo sagrado que se esconde entre los huesos, mis pies descalzos reconocieron la orilla esquiva que separa la noche de la vida...

Intuí entonces la melodía silenciosa de mis pasos...

Comprendí al fin la sutileza del destello vital que late en mí, reflejo fiel de lo que fui alguna vez, ondulante e inquieta partícula del ser.
Desafiante y dulce, arrogante y tierna, fragmentada y única.
Todo estaba allí, danzando para mi. Cada paso pequeño y débil se expandía suavemente hacia la lejanía de mis brumas, para que al fin no fuera tanta la lejanía ni fueran brumas nunca más...

Los misterios profundos del alma se mueven en frágiles círculos, silenciosos y cautos.
Son mis propios secretos que se ocultan entre las mudas piedras del lecho y allí quedan, parpadeantes y oscuros hasta que una luna cómplice les presta al fin un ínfimo murmullo de luz y de sombra.
Adivino sus contornos, su silueta y su espesura. Imagino antiguos horizontes y los siglos de palabras nunca dichas que guardaron para mí; el temor de no saber y ese instinto caprichoso que me incita a desear, a aceptar y a recibir

Aguas primordiales. Aguas eternas que lo contienen todo y que todo lo dan; la vida latente y las almas dormidas. Aguas sagradas de las que un día he de beber para darle un cuerpo nuevo al espíritu que hay en mí.

Misterios y secretos que no he pedido y sin embargo se me han dado.
Privilegios del destino, maravillas del amor...

Un día y mil noches...


La imagen de todo lo que ha de ser,
ya está hecha.
Sólo falta la materia que la llene.

Escritos Sagrados de Hermes


Si algo he aprendido es que nada aprendí todavía. Si es que algo creí vivir, fue tan sólo una ilusión.

La memoria se enciende con cada día y cada amanecer es una vida de recuerdos nuevos. Es un manojo de vivencias desmembradas por las noches, que pretendo reconstruir cada mañana. Porque cada sol amanecido es un atisbo de vida nueva, un latente engaño por vivir.

Mis sueños deambulan entre pasados olvidados y futuros que, en lo concreto de los días, nunca alcanzo a recordar. Es en ese universo intangible de las sombras dormidas que todos los tiempos se hacen uno, porque es ahí donde se desvanecen los relojes y las muertes, pues cada día es un despertar y cada memoria, una vida por vivir. Porque entre una estructura vital y otra está la noche, profundo y oscuro vientre donde se hace imagen lo que he de ser cada mañana.

En este laberinto indescifrable, la vida tiene su noche y posee la muerte su día. Se cruzan aquí y se separan allá para volverse a encontrar, en una danza eterna y sensual. Es el rito perpetuo de memorias y desmemorias, de lo que fui ayer y de lo que soy hoy, imaginando lo que habré de ser mañana...

Porque la vida no es el corazón que late; es el alma y sus memorias...

La rueda sin nombre...


En el quieto punto del mundo que gira,
no era carne, ni estaba sin ella;
ni procedía de ni iba hacia...
en el quieto punto, allí está la danza, 
pero ni detenida ni en movimiento.

T.S.Elliot

Como el frío engranaje del reloj, la rueda sin nombre ha dado su salto. Un giro diminuto que mueve el universo. Un espasmo de vida y otro de muerte se deslizan por la fina frontera del círculo y sin piedad, el extraño destino desbarata una por una las tiernas ondas que en su inocencia imaginaron alcanzar orillas lejanas, horizontes tangenciales. Pero el ulular de la vida que parecía vencida, retorna a su centro a renovarse en las fuentes de las aguas eternas. Y ha de volver, como vuelve el sol transformado en luna y como retorna la luna en polvo de estrellas...

Y gira el círculo en su centro, como en danza cansina; así como fluye la sangre y se aleja, para luego volver.
Así la muerte pasa, desmembrando ilusiones de un día y sueños de una noche.
Así la vida vuelve, remembrando y despertando...

Pero un día quedamos pendiendo de un hilo, atados de manos y a merced de los dioses. Es entonces que en los cielos encendidos de luciérnagas, danzan su danza los amores perdidos, las glorias pasadas y los atardecidos rubores.
Y cuando todas las palabras parecen dichas, un antiguo gránulo de vida se estremece en el húmedo corazón del círculo para que nuevas ondas intenten alcanzar los horizontes tangenciales...

Es que en la aparente quietud de cualquier infinito, se mueve la vida simulando estar quieta.
Una vez más, como el frío engranaje del reloj, la rueda sin nombre ha dado otro salto...