Testigo...


Por momentos las ventanas de mi casa parecen convertirse en espejos empañados que reflejan o traslucen un mundo enfermo y hambriento. Puedo ver un cielo trágico que apenas asoma y sobrevuela amenazante por encima de las cabezas de los que caminan sin saber en realidad hacia dónde, transitando sigilosamente por la vida y la inconsciencia.

Desde lejos, como testigo privilegiada y angustiada, percibo la abulia y la desesperación de hoy y la resignación de mañana. 

Lo que aún no alcanzo a comprender es si se trata de una ilusión o de un mal sueño;  de un presentimiento enfermizo o de un presagio macabro. Lo único que tengo por cierto es que esta tierra casi agonizante se encamina a convertirse en un páramo transitado por los fantasmas de los que fueron, de los que aún somos y de los que no podrán ser, porque nada de lo que existe permanecerá ni nada de lo que vaya a existir perdurará. Tal vez sólo resista aquello que los sentidos no captan y que podrían ser lo eterno, el amoroso combustible del universo.

Pero por estos días lo que me desconsuela es no saber adónde se habrán ido los gorriones de mi infancia.


¿Qué será de los sueños?

 

Mis sueños van sin rumbo cierto, como caminantes sin destino, como entes de la nada, como palabras que insinúa el silencio, deambulando por los recuerdos de lo no vivido hasta que al fin se ahoga mi voz entre las voces de lo eterno.

¿Qué será de los sueños, de las ilusiones, los proyectos, los deseos y de la inclaudicable fortaleza de los sentimientos y de las emociones de los que ya no están? ¿Será que todo se disuelve en la nada o quedarán flotando en algún rincón de las almas de quienes los amaron? ¿Se desvanecerán en el aire, se desmembrarán o volverán con la vivacidad y el colorido de un colibrí o en la mansedumbre imperturbable de una paloma?

No consigo alcanzar la profundidad, el grado de conciencia que me revele esos secretos, esas joyas de las almas. 

Tal vez algún día se me presenten como luz incandescente o quizás queden perdidas en el olvido y no escapen jamás de lo más recóndito del inconsciente. O podría ser, tal vez, que sueño los sueños de todos y no lo sé porque al abrir los ojos ya no los recuerdo.

O quién sabe, podría ser que las mías sean las ideas y los pensamientos que a ustedes les quedaron inconclusos y que yo no alcanzo a interpretar.

Todo aquello que se llevó el silencio de la muerte en algún lado estará guardado, esperando para resurgir o volviéndose polvo de estrellas que algún día esparcirá el viento. O se transmutará en vapor, para elevarse y sobrevolar mi vida hasta que me toque el momento de aportar a alguien más mi pequeño bagaje de sueños, de ilusiones, de proyectos y de deseos inconclusos.