Flujos y reflujos...


Tan largos son los caminos de mis noches y tantos los escondidos senderos, tan variadas las incomprensibles bifurcaciones y los oníricos paisajes. Tan extenso e imponente el caudaloso río de los diminutos latidos del corazón que me pierdo en mí misma y sucumbo en la seguridad de mis confusiones. Cada noche y en cada madrugada...

Y es la maravilla que cada mañana todas mis vertientes confluyen en mí. Me reconozco a pesar de las distancias recorridas, de las vidas separadas, de los universos que me alejaron de mí misma en los minutos y segundos de ese tiempo incomparable e impalpable, evanescente e irreal...
Y es entonces que me cuento lo que fui para saber lo que seré, porque es allí, en esos pálidos recuerdos nocturnos donde la irrealidad de lo real se despliega como la brisa en los trigales, invisible y ondulante, que está la verdad. Susurrante. Incorpórea...

Es allí que yo estoy conmigo y nos vemos las caras y nos escuchamos la voz. Allí es cuando somos las mismas aunque ya no lo seamos. Crecimos juntas por mil diferentes caminos atosigados de estrellas y es así que bajo el sol de las mañanas nos sabemos más sabias, más tiernas, más llenas de paz. Más allá del ego y más acá del alma y vuelvo a ser todas mis vidas en un sólo yo...

Las callecitas de mi ciudad tienen ese no sé qué...


Mi calle oscura duerme,
como duermen ellos
en sus propias / ajenas calles.
            (del Primero, del Tercero o del Fin del Mundo)

Buenos Aires
            (como Niuiórc, Lóndon o Uayintòn)
tiene calles dormidas,
áridas y tajantes.
Tiene piedra,
tiene sombra
y desamparo a secas.
Tragedia a flor de piel.

Y están ellos
            (los insomnes del olvido)
con almohadas de cartón
y colchones de Clarín
            (o del Uolestrí Yórnal o del Sándei Táims)
y una manta piadosa
de sonríeDiosteama.

...

NOTA: Esta poesía la escribí en el año 2004, cuando el país apenas comenzaba a recuperarse y aún padecía los resabios de la tragedia neoliberal...

Tres minutos...


Fue rehaciendo su vida como le fue posible. Nunca fue capaz de imaginarla sin ella. Jamás lo abandonó la idea de que algún día la volvería a ver pues no podía concebir que algo tan fuerte como lo que habían sentido se hubiera terminado así como así y que no existiera la más mínima probabilidad de disponer de una segunda oportunidad. No era lógico ni justo, se repetía cada mañana al despertar.

Hoy está atado a un sinfin de rutinas que lo desalientan y lo aplastan, Siente que cada día se reducen más los espacios para lo sorpresivo o lo novedoso. El mismo colectivo cada mañana. Años de hacer idéntico recorrido y a la misma hora para hacer las mismas tareas cada día sólo se alivian un poco cuando se abstrae de todo lo que lo rodea y deja que la imaginación lo acerque a circunstancias y lugares más amables o cuando el recuerdo de ella se le instala sin aviso ni permiso.
...

Como le pasa casi siempre, está retrasada y debe apurar el paso. Si no alcanza el colectivo de las 7 y 55 llegará tarde al empleo. Andar a las corridas es parte inseparable de su vida y esto hace que muchas veces, como ahora mismo, se acuerde de todas las veces que llegó agitada a la estación de tren. Entraba precipitadamente al túnel que la depositaría en el andén central donde él la esperaba ansioso desde hacía unos cuantos minutos.

Una vez más se pregunta qué será de su vida y vuelve a fantasear con que algún día se lo encontrará en el lugar menos pensado.

Mira el reloj y se sobresalta. Está atrasada y si no se apura no podrá llegar a tiempo a la parada. Corre todo lo que sus tacos altos le permiten pero es inútil. Sólo alcanza a ver la figura paquidérmica y roja del colectivo que ya está a punto de doblar por la esquina de la avenida. Por primera vez en varios años llegará tarde al trabajo. Eso la enoja y hace que aquellos recuerdos se esfumen por hoy. No será una buena mañana, piensa mientras mira con impaciencia el reloj.
Tres minutos más tarde ve aparecer el siguiente colectivo al fondo de la calle. Le hace señas con la mano derecha a la vez que levanta la izquierda para volver a comprobar la hora.

El colectivo comienza a detenerse. Los frenos a aire sisean y las tres puertas de la mole se abren al mismo tiempo para repetir una vez más la ceremonia del ascenso y descenso de los adormilados pasajeros.

El colectivo retoma la marcha. Él se apresta a cruzar la calle y comprende que la esperanza de una sorpresa quedará para el regreso, mientras que ella hace equilibrio frente a la máquina expendedora de boletos al tiempo que trata de encontrar en su bolso las monedas que había dejado preparadas.

Incertidumbres...


Miro sin mirar la distancia incomprensible, la lejanía de un lugar que es posible que no exista. Es una bocanada de distancia que se escapa entre los dedos y se expande como brisa por el alma adormecida. Así estoy hoy, en un impasse del corazón, en esta absurda calma del desespero. Es quizás un largo trance, penoso y estanco; una burla de los dioses del Averno, una daga hundida en las entrañas...

Percibo el dolor que corroe, que como ola se expande y luego retrocede. Que se va para volver.
Veo el amor que al fin se dejó alcanzar y veo también la oscura cicatriz que esculpió bajo tu piel.

No sé siquiera si tengo más preguntas, no sé tampoco si busco una respuesta. No acredito en los designios ni en lo inmutable del destino. Menos aún confío en mí y en mis propias conclusiones.
No sé que será la vida ni qué la muerte, no sé qué es el ahora y qué el después.
No quiero comprender, no imagino realidades, no deseo más verdades ni pretendo una mentira.

Hoy no hay música en la ventana ni poesía entre mis huesos. No hay palabras de amargura ni gemidos ni lamentos. Solamente esta quietud, este miedo tan voraz que me inunda la mirada...


Maravilla es...


Maravilla es la ilusión de las cosas simples, arte efímero de lo impensado y lo creado por azar.
De aquello en lo que reparo cuando ya no existe, cuando sólo queda un mínimo destello en ese punto extremo del olvido...

El volátil juego no jugado, aquel que el tiempo perdido me permite encontrar.

El mismo juego y el mismo arte que pinta y despinta el universo en sus giros, en su eterno destrucción y construcción o en la recreación de infinitos pasados en futuros eternos con su estrategia de vida y de amor, con su estética constante y breve de luces y de sombras. O el del mar pintando mis miradas con estrellas de aguas danzantes que saltan y caen, que me tocan en brumas y sal...



En sombras...


En la espesura malsana
de estos días de oprobio
me cubren las sombras
y las palabras callan.

Y aquel tiempo de amor,
una cadencia de lluvia,
esa lágrima de hiel
que sería un olvido
o un posible tal vez...