Flujos y reflujos...


Tan largos son los caminos de mis noches y tantos los escondidos senderos, tan variadas las incomprensibles bifurcaciones y los oníricos paisajes. Tan extenso e imponente el caudaloso río de los diminutos latidos del corazón que me pierdo en mí misma y sucumbo en la seguridad de mis confusiones. Cada noche y en cada madrugada...

Y es la maravilla que cada mañana todas mis vertientes confluyen en mí. Me reconozco a pesar de las distancias recorridas, de las vidas separadas, de los universos que me alejaron de mí misma en los minutos y segundos de ese tiempo incomparable e impalpable, evanescente e irreal...
Y es entonces que me cuento lo que fui para saber lo que seré, porque es allí, en esos pálidos recuerdos nocturnos donde la irrealidad de lo real se despliega como la brisa en los trigales, invisible y ondulante, que está la verdad. Susurrante. Incorpórea...

Es allí que yo estoy conmigo y nos vemos las caras y nos escuchamos la voz. Allí es cuando somos las mismas aunque ya no lo seamos. Crecimos juntas por mil diferentes caminos atosigados de estrellas y es así que bajo el sol de las mañanas nos sabemos más sabias, más tiernas, más llenas de paz. Más allá del ego y más acá del alma y vuelvo a ser todas mis vidas en un sólo yo...