En el andén...

 


Me definen por entero
mis recuerdos atemporales,
sin respuestas ni destino.
También los olvidos;
con más fuerza los ajenos
que la propia desmemoria.

Y es que se quedó el miedo
en mis células del sin tiempo
viéndome asustada en el andén
esperando esperanzas en vano.
La palabra que jamás llegó,
el último beso, pero sin adiós.

Quedé en penumbras y perpleja
sin saber quién era
ni quién soy,
dónde estarás,
qué será de vos,
de tu corazón y del mío.


Hoy quise...



Quise cantar
pero mi garganta,
acongojada y agria,
se agrietó con un quejido.

Quise bailar
y mi cuerpo doliente
estaba estático y rígido,
como oxidado.
En cambio
giraban con frenesí
los fríos muros.
Me succionaban fuerte
hacia la nada,
como un remolino infinito
silencioso y oscuro.

Hasta que al fin
también quise amar,
pero me alcanzó la memoria
y sólo pude llorar.


Como siempre...

Una mirada,
una palabra dicha 
o escrita en mi horizonte.
Una ilusión que me reviva,
un recuerdo nuevo
que endulce el futuro,
que vivifique mi memoria.

Alguien que me hable
un poco de vos.
Que me dibuje en el aire 
tu sonrisa nueva,
que reviva en mi 
el color de tus labios,
el sabor de tu piel,
la tersura de tu voz.  

Necesito algo tuyo
que dé sentido a la vida.

Te necesito,
como siempre...

Lejanas...

 


La veo allá, tan lejana,
indiferente y solitaria
que en éste ahora
y en éste siempre
me identifico con ella,
me mimetizo.

Puedo llegar a comprender
que nos miramos en silencio
desde un mismo desencanto.

Y en mi perturbada contemplación
me pregunto desde aquí abajo
qué pensará la luna de mí,
en cada noche desvelada,
en cada madrugada sin paz.

Nada...

Ella no pensará nada
o eso es lo que imagino.
Sólo permanece allí,
intocable para un corazón,
inalcanzable y nívea.
Lejana,
presente y ausente
con sus secretos ocultos,
ensimismada y fría.
Mira sin ver,
perdida en la noche.

Tan perdida como yo,
solitaria en lo oscuro
dejando caer de a una,
de a diez
o de a mil
las lágrimas espesas
del abandono y del olvido.
De esta ausencia cruel,
de esta carencia de abrazos,
de besos perdidos en el ayer
que parieron con golpe certero
su/mi eterna nostalgia.

Lágrimas que son el testimonio
de esta ausencia sin esperanzas.

Me ve allá, tan lejana,
indiferente y solitaria
que en éste ahora,
en éste siempre
se identifica conmigo,
se mimetiza.


Fluyendo...

Como el agua
que se escurre
sin conciencia
ni tampoco voluntad
por toda hendidura.

Como el aire
que se expande
porque sus entrañas
son así, inasibles
por propia naturaleza.

Como las palabras
que se volatilizan
del papel y de las bocas
volando por desiertos
y corazones sensibles.

Como el silencio,
que siendo mudo
igual se escucha,
se siente,
se sufre o se goza.

Como mi voz
quebrada y lejana,
que muere un poco
con cada frase
que lanzo al vacío.

Así me voy yendo:
inconsciente,
inasible,
volátil,
muda,
quebrada y lejana.


Es tan corto el amor...

 

"Es tan corto el amor y tan largo el olvido" 

Pablo Neruda

Me gustaba cuando callabas porque el aire alrededor me acariciaba, susurrándome amor en todo el cuerpo.

Me gustaba cuando hablabas. Era una melodía que nunca antes había escuchado y que jamás olvidaré, en cambio ahora el silencio profundo de tu ausencia me paraliza y el mundo perdió su musicalidad. 

Me gustaba cuando no estabas porque el recordarte no era nostalgia sino la certeza de que pronto sentiría tu cuerpo y tus labios contra los míos.

Cada noche desde entonces, el calvario de la melancolía me alcanza en la revuelta superficie de la almohada y el espejo me castiga con mi mirada triste

¿Desde cuándo y hasta dónde? No lo sé y es que el amor no se mide en minutos ni en segundos, en metros o milímetros. Para el amor no se inventaron los años ni los siglos, tampoco la eternidad. No se cronometra ni se mensura de manera alguna, sólo se goza.

Lo contrario del desamor...


Serpentario...


Así como me ves ahora,
abatida y ensimismada,
sigo buscando con porfía
e imaginando en vano
finales que no fueron,
esas rimas que perdí,
las incongruencias vivas
y las notas discordantes
de mi vida y del alma.

Difícil es vislumbrar la verdad
entre la maraña de sentimientos
que se entremezclan y se anudan
como las serpientes del serpentario,
mordiéndose con furia
las unas y las otras
sabiendo que morirán
en su intento por sobrevivir.
Sin piedad inyectan su veneno
que mata lenta y dolorosamente.

Y cuando las penurias
del cuerpo y del alma
me acechan y arrinconan,
hago el esfuerzo final
para ponerme de pie
y creo ver por la ventana
que aún existe un horizonte,
aunque el cielo se muestre
más gris cada día,
más plomizo, más denso
y siempre amenazante.