Testigo...


Por momentos las ventanas de mi casa parecen convertirse en espejos empañados que reflejan o traslucen un mundo enfermo y hambriento. Puedo ver un cielo trágico que apenas asoma y sobrevuela amenazante por encima de las cabezas de los que caminan sin saber en realidad hacia dónde, transitando sigilosamente por la vida y la inconsciencia.

Desde lejos, como testigo privilegiada y angustiada, percibo la abulia y la desesperación de hoy y la resignación de mañana. 

Lo que aún no alcanzo a comprender es si se trata de una ilusión o de un mal sueño;  de un presentimiento enfermizo o de un presagio macabro. Lo único que tengo por cierto es que esta tierra casi agonizante se encamina a convertirse en un páramo transitado por los fantasmas de los que fueron, de los que aún somos y de los que no podrán ser, porque nada de lo que existe permanecerá ni nada de lo que vaya a existir perdurará. Tal vez sólo resista aquello que los sentidos no captan y que podrían ser lo eterno, el amoroso combustible del universo.

Pero por estos días lo que me desconsuela es no saber adónde se habrán ido los gorriones de mi infancia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario