El agua de una fuente es una especie de eco de la imagen. Una suerte de espejo vivo y profundo. Muestra casi tanto como lo que oculta y hasta se muestra celosa y ante una mínima brisa nos niega nuestra propia imagen… O nos la devuelve como ella quiere, en círculos o en ondas o revueltas de tal manera que es imposible distinguir entre el cielo y nuestro vestido…
Si se siente feliz nos regala alguna florcita que cae justo en nuestro cabello, rodeada de un halo de mínimas olas. O le roba un pequeño reflejo al sol y nos lo coloca en la mirada para que compartamos su luz.
Las fuentes son mágicas, prodigiosas y misteriosas…
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