En realidad esto no me asegura en absoluto estar totalmente atenta a lo que veo o a lo que sucede a mi alrededor o delante de mí. Es que si bien trato de observar con todos mis sentidos para no perder detalles, inevitablemente algo capta mi atención más que otras cosas y a partir de allí inicio uno de mis vuelos hacia cualquier parte, hacia pensamientos abstractos e irreales. Tan absurdos como posibles.
Creo que me perdería lo más hermoso e interesante de la vida si no lo hiciera así.
Me gusta observar qué es lo que hay a ambos lados del camino porque creo que eso no es perder el tiempo ni significa que me desvíe de mis objetivos. Siento que se me amplía el panorama, el horizonte se hace más generoso y rico. En definitiva, creo que eso es lo que me permite saber si voy bien o si debo hacer alguna corrección en el rumbo…
Si bien me siento una mujer de esta época, sé que este tipo de cosas, esta manera de ver el mundo que me rodea puede decirse que es de otros tiempos. De aquellas épocas en que la vida era más reposada y permitía la contemplación y el vuelo libre y sin presiones de la imaginación y de los sentidos...
A veces tengo el pleno convencimiento de que lo disfruto tanto porque lo traigo incorporado en mi memoria ancestral. Que alguna vez tuve este tipo de vida y sobre todo, esta manera de contemplarla. Y que lo gocé tanto como lo gozo hoy...
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