Si...
Si entendiéramos que no existe otro destino para el espíritu más que el amor…
Si nos diéramos cuenta de que todo lo demás es un producto demasiado menor del falso ego…
Si alcanzáramos a vislumbrar que con cambiar uno sólo de nuestros pensamientos negativos y egoístas, el mundo entero podría ser diferente…
Si fuésemos capaces de retener en la piel lo que guarda el alma después de un beso... el orgullo, la vanidad y la codicia serían sólo un mal recuerdo…
Si supiéramos el verdadero valor de un beso por el amor puro y perfecto que transmite. O si al menos lo imagináramos… la guerra, el poder y el dinero serían apenas un espectro moribundo de una olvidada pesadilla…
"El negro". Hermosa historia real...
La escritora española Rosa Montero publicó en el mes de enero de 2012 en su columna, una anécdota refrescante y conmovedora sobre la convivencia entre extranjeros y los nacionales de un país. El artículo titulado 'El negro'ha causado gran conmoción entre la población inmigrante de España.
Una historia de apenas tres párrafos se convirtió en el artículo más leído del periódico el País de España, en su página de internet. Son líneas conmovedoras sobre la inmigración, uno de los temas más delicados y que mayor preocupación genera entre los ciudadanos europeos. La anécdota que cuenta Rosa Montero es uno de los temas más comentados en redes sociales y considerada por el escritor brasilero Paulo Coelho como lectura obligada.
Esta es la anecdota:
Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja.
De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta.
Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.
Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos". Rosa Montero
Historias perdidas y encontradas...
Unos papeles amarillentos, un mueble con marcas imborrables o una canción que suena a púa gastada.
Un libro surcado de miradas, un dibujo casi desaparecido o una foto ajada y sepia.
Una copa opacada, un reloj cansado o una prenda de vestir con aromas añejos...
Todo tiene vida. Mucha vida...
Tiene la historia de su propia existencia y la de quienes dejaron en los objetos las huellas de sus instantes de vida. Volver a verlos, rescatarlos o redescubrirlos es devolverle la vida a sus antiguos dueños. Es permitirles regresar a la luz a aquellos que arrastró la sombra alguna vez...
Cuando me encuentro con algún objeto así no puedo resistir la tentación, la necesidad imparable de apoyar mis dedos, recorrer su textura y recoger sus vibraciones subyacentes. Creo no estar loca pensando que puedo sentir los imperceptibles latidos de sus historias maravillosas o terribles, gloriosas o patéticas...
Cada ínfimo átomo de sus esencias adormecidas recobra el alma y se me prende a la piel y la sangre como un espíritu ávido de vida y de luz.
Las rugosas paredes de un edificio perfumado de humedades y aires que olvidaron escapar a los cielos, hablan de palabras y caricias, de odios y amores, de vidas y muertes.
Hablan de nosotros mismos cuando aún no éramos...
Hablan.
Todos estos viejos espectros, hablan.
Nos hablan, aunque muchas veces nuestros oídos estén dormidos.
Sin embargo, nos hablan igual.
Hablan con su halo de pasados eternos.
Me hablan...
Por eso los amo tanto...
Más vale dudar que creer...
No solamente no debemos creernos los poseedores de la verdad absoluta, sino que además es necesario y hasta imprescindible desconfiar o dudar de nuestros propios sentidos.
El viejo dicho "ver para creer" puede ser cierto en muchos casos y para múltiples situaciones de nuestra vida, pero no para todas. Es que es tan fácil que nuestra vista nos engañe que a pesar de lo valiosa que es, me animaría a decir que es el más estúpido de nuestros sentidos. Muchas veces nos puede llevar a cometer errores gravísimos.
Y si no estaban convencidos hasta ahora, creo que al ver este pequeño gif al menos habrán comenzado a dudar en darle tanto crédito a nuestros ojos y tanta importancia a lo que vemos...
Pequeños pies...
Siempre que pude
escapar a la mirada
de los mil espejos,
mis pies bailaron.
Pequeños,
livianos
y libres.
mis pies bailaron.
Pequeños,
livianos
y libres.
Pero al fin la vida
se ocupó con saña
De detener mis pasos…
de abrir mis ojos
y estas llagas,
de amordazar mi boca
y embrutecerme el alma.
y estas llagas,
de amordazar mi boca
y embrutecerme el alma.
De detener mis pasos…
Mariel
Insensatez...
Horas; minutos; segundos: Tiempo…
Sólo es una convención, un artilugio utilitario para sentir que nuestras vidas tienen un orden y una dirección.
“Time is money”… La cúspide de la estupidez humana!
Si por el sólo hecho de disfrutar de una flor, de sentir la brisa en las mejillas y saborear tus labios o cuando decido volar en la mágica alfombra de mis fantasías y deseos, las aburridas y rutinarias agujas del reloj se avergüenzan de su inútil arrogancia…
Tiempo… Tiempo…
Qué insensatez!
“Time is money”… La cúspide de la estupidez humana!
Si por el sólo hecho de disfrutar de una flor, de sentir la brisa en las mejillas y saborear tus labios o cuando decido volar en la mágica alfombra de mis fantasías y deseos, las aburridas y rutinarias agujas del reloj se avergüenzan de su inútil arrogancia…
Tiempo… Tiempo…
Qué insensatez!
La danza...
Hace un tiempo miraba la luna a través de un telescopio y me resultaba notable cómo debía corregir constantemente la posición del artefacto debido al movimiento de rotación de la Tierra. En pocos segundos, la luna ya había salido del campo de observación.
Usando un telescopio este fenómeno es más notorio que si miramos a simple vista. Sin embargo, hace unos meses estaba en el jardín de mi casa a la hora en que ya era más noche que tarde. Estaba mirando las primeras estrellas que aparecían y sin darme cuenta encontré en el filo de la pared de la casa un punto de referencia ideal para constatar cómo todo el cielo parecía realizar una lenta y majestuosa danza. Las estrellas iban desapareciendo poco a poco tras la pared de la casa y las podía seguir perfectamente con la mirada.
Ayer, en cambio, estaba también en el jardín de casa, pero a la tarde temprano. Miraba hacia la calle y me detuve en las sombras que proyectaban las rejas del frente de la casa sobre el asfalto. Ya eran cerca de las 5 de la tarde, por lo que las sombras ya estaban bastante alargadas. Tomaba como referencia una imperfección del asfalto o una piedrita suelta y podía hasta “sentir” el movimiento del planeta a través del “dibujo” que trazaban las sombras y que se iban alargando y alcanzando las referencias que yo había tomado. Era como si una mano invisible fuera sombreando el asfalto lentamente, con cuidado y delicadeza. Tan cuidadosa y lentamente que las hormigas que eventualmente deambulaban por allí buscando algo que llevar a su hormiguero, le ganaban con absoluta facilidad y soltura la carrera a las sombras.
Pero ambos casos me produjeron sensaciones similares. Me sentía una observadora privilegiada de un fenómeno tan común como poco percibido. Porque dudo que haya muchas personas que dediquen unos minutos a observar este tipo de cosas. Por lo general andamos siempre apurados o con nuestra atención plenamente dedicada a leer algún mensajito en nuestro celular…
La sensación más maravillosa fue que hasta creía sentir una especie de murmullo producido por el movimiento de la Tierra y de todo en el cielo. Como dije, como si fuera una danza majestuosa a la cual yo estaba invitada.
Pero si pienso en los números que estos movimientos simbolizan o representan, es algo que produce escalofríos… pero escalofríos de pura emoción.
Hace un tiempo publiqué otro post en el que mencionaba la velocidad a la que viajamos montados en esta nave espacial tan particularmente maravillosa. Viajamos a través del espacio a la alucinante velocidad de unos 108.000 kilómetros por hora. O sea, a 1.800 kilómetros por minuto! Un ejemplo muy simple para tomar conciencia de lo que esto significa es pensar que cuando salimos del cine después de ver una película de 90 minutos de duración estaremos a 162.000 kilómetros de donde estábamos al comenzar el film!!
Pero las estrellas que yo veía desaparecer detrás de la pared de la casa o las sombras que avanzaban inexorablemente hacia cada una de las metas que imaginaba, están dados por la rotación de la Tierra sobre su eje. Como ya saben, ese es el movimiento responsable de la sucesión del día y de la noche. De las alboradas en el Este y del ocaso en el Oeste… Este movimiento, este giro sobre su eje, el planeta lo hace a una velocidad aproximada de 1.700 kilómetros por hora!
Y nosotros que ingenuamente creemos que vivimos durante años en el mismo lugar!
Cada vez que me detengo a pensar en este tipo de cuestiones, lo primero que siento es pequeñez. Frente a fenómenos tan fuera de la escala humana me veo como poco menos que una partícula de polvo en medio de tanta grandiosidad. Sin embargo somos parte inseparable de todo ello. Es más, sin saberlo y por nuestra sola presencia vital, estamos siendo partícipes y modificadores en algún grado de todo lo que sucede aquí y en el universo. Porque somos la misma cosa y porque ya la ciencia demostró que el ADN es capaz de modificar hasta la esencia del universo mismo: LA LUZ. (Les sugiero leer La Matriz Divina, de Gregg Braden. Lo pueden encontrar en internet. No es un libro que habla de religión. Al menos en el sentido estricto del término. Más bien habla de lo que somos y de lo que podemos ser. Braden es científico y todo lo que él dice está basado en experimentos muy reveladores ya realizados hace pocos años)
Los escritos más antiguos conocidos de diferentes culturas antiguas (de hace al menos 7 mil años) ya sabían de la conexión íntima entre todo lo que existe en el universo y por supuesto, de la nuestra entre nosotros y con cualquier elemento universal. Pero la gran diferencia de estos días es que la ciencia empieza a demostrar lo que solamente se conocía por intuición o por observaciones que más tenían que ver con lo místico que con lo concreto. Ahora ambas apreciaciones parecen conjugarse en una sola verdad.
Mientras tanto, yo seguiré disfrutando de mi jueguito de escondidas con las estrellas y con las sombras proyectadas al atardecer…
Luces, sombras y deseos...
¿Qué es el cuerpo sino una circunstancia?
Una sucesión infinita de finitos poros, vellos y penumbras que se despliegan delante de estos ojos y en las palmas de mis manos...
Un simple recordatorio de lo que imagino ser.
Un lienzo donde dibujo lo que dicen que soy.
Una celada para el amor...
Una sinfonía de luces y sombras que sugieren formas y que pintan los espejos. Esos que siempre me rodean en cada marquesina y en las gotas de rocío...
Y al momento de mirarme
no soy más la que era entonces.
La que creí ser hoy
ni la que veré mañana.
No sé si mienten los cristales,
si son mis ojos afiebrados
o es la forma que tú tienes
de beber de mis deseos...
Habladurías frente al espejo...
Hay algunos que hoy dicen
que aquella mujer oscura
que supuse conocer,
creen que se marchó en marzo,
quizá en mayo,
tal vez en vano.
Dicen que acaso fuera buena
y que siempre ocultó
un rictus incipiente
de dolor,
de indiferencia
o desapego.
Dicen.
Dicen que, según parece,
se volvió palabra muerta,
sibilina como bruma.
Y sin queja ni dolor
se arrastró hacia las sombras
por las ondas tangenciales
que gobiernan los espejos.
También dicen
que hasta yo la he buscado
sin saberlo,
sin quererlo
o sin embargo.
Que he revuelto todo el cuarto
y horizontes de papeles
y los viejos borradores
de intenciones y promesas.
Dicen otros que hoy vive
en alguna calle extraña
sin salida y sin entrada,
sin vecinos ni testigos.
Hasta dicen los que saben
que se fue por no morir
y para que alguna vez
nos miremos a los ojos
sin espejos por delante
ni reproches por detrás.
Mariel
La carta del destino...
Una mujer que sólo mira
las fases frías de la luna
sin animarse a preguntar nada,
como niña perdida
en el vértigo ciego
de un blanco carrousel,
girando y girando entre el amor
y mil sueños
de lucecitas de colores.
Agua de lluvia
y nubes de arena...
Como quien reniega de su nombre,
de la piel que lo recubre
y del destino que lo inhibe.
Esta niña que jamás entenderá
el viejo texto que al nacer
le grabaron en los huesos
y en los pliegues de su cuerpo.
Ese cuerpo y esos huesos
incrustados como clavos
en el fondo del espejo.
En otro espejo
y en otra niña...
Esta mujer sin un camino,
aurora ahogada en las mañanas.
Llanto descarnado
y descarnante
que jamás será rocío.
Ni llovizna será en otoño
ni camino en mis mejillas.
Cuando crujen estas noches
entre el pecho y el gentío,
siempre muero a medianoche
y revivo sin aliento
en el borde de la almohada.
Soy esta
y soy aquella.
Soy la mujer
que gime sola;
inconclusa, breve
y deshojada.
Recorro la casa
de muro a muro
y de palabra en palabra
lamentando no poder
decirte nada,
decirme nada
pues la daga de los miedos
me atraviesa de silencios
cada labio y cada beso.
Y aún espero...
Soy la carta del destino,
la que nunca será escrita
pues jamás habrá quien lea
entre líneas o entre besos
a la mujer que yo percibo
tras el brillo del espejo.
Mariel
El Pingüino Pío...
Llegan las elecciones (las PASO) este domingo y no viene mal un poquito de humor político.
Se trata de un pingüino muy cantarín que define a algunos opositores de una manera simpática pero también certera y elocuente.
Que lo disfruten! :)
Se trata de un pingüino muy cantarín que define a algunos opositores de una manera simpática pero también certera y elocuente.
Que lo disfruten! :)
La vida en los rincones...
A veces me quedo contemplando los rincones de la casa. Tal vez alguno de ellos más que otros y no por nada en particular. Pero por más que mire con todo cuidado, no veo nada extraño pues soy yo la que los habito desde hace años sin saberlo, la que me detengo en recuerdos de momentos interminables y hasta podría decir que desgarradores.
No hay en mí ningún rastro de rencor latente. No hay reproches. Sólo queda aquella sensación amarga de la espera casi eterna para salir y jugar y soñar de nuevo. Para ser libre otra vez y volar por mis adentros todos los cielos que fui inventando cada mañana y cada tarde de esos tiempos mágicos de la niñez.
Y tanto he volado en la vida que por algún giro extraño, por haber tomado algún recodo inesperado, siento que finalmente soy yo, por mi propia voluntad, la que desea habitar una vez más cada uno de esos rincones.
Para vivir esa parte de mi vida que permanece dormida allí y que late escondida...
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