Con un destello que extravió la luz
por un instante se quebró mi cruz.
Recordé ternuras, retomé coraje
y un rubor intenso me atravesó la piel.
Me incrustabas la mirada
una vez y otra más
(profunda e hiriente,
gloriosa y mortal),
desde el blanco de la puerta,
desde aquel amor en vilo
a diez pasos inmutables.
Lentamente,
poco a poco,
me fue invadiendo
(sin piedad)
aquel frío del olvido,
esa ausencia prolongada,
tu silencio y mi oquedad.
Y fue entonces
que otra vez diste la vuelta
y la ajada y blanca espalda
de tu foto y tu memoria
se escondieron en lo oscuro
de la caja del pasado,
hasta que hable tu recuerdo,
hasta un nuevo desencuentro.