Alguien me habita y me acompaña desde lo más hondo de mí, siempre entre las penumbras y el silencio. Ese ser oscuro que me niego a conocer, esa desdibujada silueta apenas delineada en negros y grises que deambula insomne a través de mis huesos y de las aguas fluctuantes de sentimientos y de sensaciones profundas...
Murmura mi nombre en un ruego y yo, tan necia y tan cruel, simulo no oir, deseo no ver y temo sentir.
Y ella, en su dolor, se vuelve a desvanecer entre mis sombras a esperar una vez más el milagro de que mis miedos y desidias le permitan un soplo de vida, un minuto de paz, un susurro de amor.
Y así yo, con mi dolor en andas y en la opaca soledad de mi misma, busco recordar las palabras del pasado, los abrazos que he perdido y las risas que fueron quedando dispersas a orillas del camino.