De ilusiones...


Después de todo, nada de lo que vea allí será la verdad absoluta. 
Así como tampoco nada de lo que ella vea de mí lo será. 
Sólo somos dos imágenes fugaces.
Una simple representación de lo que yo imagino que soy y de lo que ella supone que somos.
Nada más que eso... 
Y todo eso!

Lo que en verdad importa apenas si lo vemos. 
Diría que sólo intuimos un mínimo destello en nuestros ojos, en el centro de la mirada... 
La mía y la de ella.
Aquí o allá... 
De un lado y del otro.

Pero es justamente ahí donde reside el todo. 
Es ese el gran secreto; la verdadera razón de nuestra existencia.
Esa chispa, ese destello es tan infinito que le basta con sólo ser un punto que va de una mirada a la otra. 
De mi presente de este lado del espejo, al pasado que espera detrás del cristal para luego proyectarse al futuro. Al inmediato y al que ya está sucediendo en algún punto indescifrable de eso que suele llamarse Tiempo. O sea, en algún punto ilusorio. Ilusión dentro de la gran ilusión que es en sí mismo el universo.
Es mi espíritu que relampaguea en el aire para alcanzar mi otra mirada y cerrar el círculo, para estirar mi conciencia hasta los confines inconmensurables de la más improblable de las ilusiones: yo misma...