Su presencia...


Me di cuenta o lo intuí
por la densidad del miedo,
por las sombras en el pecho,
por mi intento de negarlo.
Era una presencia
difusamente retratada,
reflejada,
incrustada e hiriente
como cristales en los ojos
(que no eran mis ojos,
aunque también lo eran)
Fue primero un espejo negro,
profundo y desesperado.
Más tarde
un otro triste, resignado
y con certeza, desolado.

Hasta es posible que haya escuchado un siseo o que sintiera el roce de una brisa helada sobre la piel.
Puede que sea mi imaginación o una remembranza que luce deformada por el tiempo entremezclado con dolor.

Como sea,
reconocí sus huellas
y descifré el mensaje.
(pero me negué a entender)

Por autocompasión,
por cobardía...

Ella
me hizo notar la angustia
de saberla cerca
y decidida.
Me hizo palpar
la cruel impotencia
del vaho inapelable
de su respiración.

No sé de sus facciones
ni de su modo de andar.
No sé si ríe burlona
o si es que alguna vez
se permite la piedad.
Si camina lento,
si tiene forma humana.

No sé nada con certeza
pero aprendí a conocerla
(demasiado)
porque conocí su sombra
en los rostros arrasados
de los que siempre amé...