Hubo un día que en un olvidado altillo de la casa encontré un espejo antiguo y extraño. Está incrustado en un marco que parece intangible, casi transparente y su cristal parece ajado por el tiempo y por los pasajeros que lo poblaron y el ambiente en su interior está nublado de sombras. Es extraño porque cuando lo miro de frente refleja mi espalda y en él mi mano izquierda es también la suya.
Creo percibir que funciona como una suerte de relicario que guarda entre sus penumbras y para la eternidad lo que soy, lo que he sido y lo que seré, para que yo misma me vuelva a encontrar alguna vez. Pero más aún para que él me pueda mostrar cada noche la cara oculta de mi propia luna...