¿Qué es el tiempo? Quién sabe!
Podemos intentar mil respuestas y ninguna nos dará la exacta idea de lo que es. Mucho menos aún, de lo que significa...
Tal vez sea una especie de péndulo, pero que oscila de un extremo al otro dibujando círculos.
Sí, porque lo que es seguro es que el tiempo no es tan sencillo como creemos sentirlo o percibirlo.
No va de una punta a otra de un determinado segmento (que es nuestra vida). Ni siquiera de un punto a otro de la eternidad.
El tiempo da vueltas, gira hacia un lado y hacia el otro. Va hacia adelante, pero también hacia atrás. Y hacia un costado y al otro. No se queda quieto y por eso no podemos asirlo.
El tiempo reside en nuestra cabeza, en nuestro inconciente. No es tangible ni tampoco es medible, aunque tengamos la soberbia de pensar que lo tenemos encerrado en nuestros relojes y que, aunque sabemos que no lo podemos dominar, lo podemos predecir y disponer de nuestras vidas de manera más o menos ordenada.
Sin embargo el tiempo nunca está a nuestro alcance y cuando ya se cansó de oscilar delante de nuestras narices, el hilo que hace funcionar el péndulo temporal, se corta... y allí empieza para nosotros otra historia, en otro tiempo y con otras reglas. Historia, tiempo y reglas que sabremos a su debido tiempo, justamente...
Así que no suframos ni por el tiempo perdido, ni por ganar tiempo ni porque el tiempo no nos alcanza. No nos pongamos histéricos porque los años pasan cada vez más rápidamente o porque las arrugas comienzan a indicarnos que el hilo del péndulo en cualquier momento se ha de cortar... Si nos desapegamos un poco y cada tanto de las agujas del reloj, podremos apreciar dimensiones y luces, melodías y colores que el tic tac del reloj no nos permite contemplar ni disfrutar porque nos ocupa todos nuestros sentidos, en especial el sentido de la vida.
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