Se me astillan los ojos de amargura
y se hielan mis palabras nunca dichas.
Es el mundo y sus dolores,
es la vida que machaca.
Es la orilla del desierto
que he cruzado alguna vez
y que temo repetir.
Los peldaños que he trepado
con esfuerzo y con esmero
me han traído, traicioneros,
a éste pozo de fantasmas.
Está oscuro y hace frío
y me aturde un silencio inhumano.
Abro puertas canceladas por muros
y ventanas que muestran los adentros.
Es un pueblo que se ha empeñado
en albergar las soledades,
atestado de palabras mudas
que deambulan como ánimas,
como muertos no nacidos.
Todo es muy extraño
y a la vez tan familiar.