Filosofía barata y relojes de goma...

De pronto me pareció encontrar una cierta analogía entre la noción que tenemos del tiempo y los vientos. Imaginé que el tiempo se mueve más o menos como el aire, como los vientos que son masas de aire atraídas hacia las zonas donde la presión atmosférica está lo suficientemente baja como para necesitar llenar el espacio físico "vacío" con un volumen de aire suficiente como para restablecer el equilibrio.
De este modo, el aire se mueve en todas direcciones, inclusive al mismo tiempo (según sus alturas se mueven en diferentes direcciones) y dependiendo de lo que se necesite.
Se me ocurre que el tiempo podría obedecer o pareciera obedecer a una lógica similar.
El aire se mueve por razones físicas y cuando lo hace, produce efectos pequeños o grandes en la naturaleza, en las cosas y en nosotros. Esto es objetivo. En cambio el tiempo se rige por variables psicológicas y por lo tanto, personales y únicas. También produce efectos de distinto tipo en la naturaleza, en las cosas y en nosotros, pero no deja de ser una variable subjetiva (y por subjetiva, intangible). Pero también se mueve. Como sucede con el aire, el tiempo no es algo estático ni es lineal. Creemos que es lineal porque sólo somos capaces de imaginarlo por el movimiento de las agujas del reloj, un mecanismo ajeno al tiempo mismo (suponiéndolo un "objeto" real) pero gravitante en nuestro consciente y subconsciente.

El aire y el supuesto tiempo son muy antiguos y también son impalpables, invisibles, escurridizos e impredecibles. En distintas capas atmosféricas o en diferentes dimensiones de la conciencia, el aire y el tiempo se pueden mover al mismo tiempo hacia un lado o hacia otro. Incluso en innumerables direcciones a la vez.
En lo consciente, el tiempo nos parece moverse siempre "hacia adelante", pero en el subconsciente se mueve en cualquier dirección y aleatoriamente.

La comparación entre ambos fenómenos sólo tiene el propósito de ejemplificar para mí misma la idea sobre el tiempo con algo que sí es conocido, que sí es verificable empíricamente. Lo demás es simple especulación personal para intentar explicarme este fenómeno, que es mucho más inasible aún que el aire...

Pueden existir en éste o en otros universos infinidad de planetas con aire similar al nuestro, indispensable para que exista vida al menos como la conocemos. Sin embargo los movimientos de ese aire dependerán de la distribución de los continentes, del tamaño de los mares, etc. Pero los vientos ocurrirían, imagino, de manera más o menos igual que aquí.
Pero si allí existieran seres inteligentes, tendrían con seguridad otra escala para medir el tiempo, ya que no es una variable física.
Esos seres deberían ajustar sus mecanismos de medición dependiendo del tamaño del planeta (tardaría más tiempo o menos en rotar que la Tierra). Lo mismo para calcular la duración de cada año, ya que dependería de cuánto tiempo (perdón por la palabra) le demoraría dar la vuelta completa alrededor de su sol.

En definitiva tanto nosotros como esos posibles seres inteligentes de cualquier otro planeta, usamos la variable "tiempo" y lo medimos de acuerdo a los parámetros físicos de cada planeta. Es decir, el tiempo como tal no es único y mucho menos uniforme. Un metro será un metro en cualquier lugar del universo, en cambio un minuto no será igual a lo que nosotros conocemos en la Tierra.

Como dije antes, el tiempo es un fenómeno absolutamente subjetivo y por lo tanto, personal e irrepetible. Habita entre las infinitas capas del subconsciente humano, por eso su paso no sólo no es lineal moviéndose en una sola dirección sino que es absolutamente anárquico y hasta impredecible para cada persona, aunque el reloj y el calendario me quieran convencer de lo contrario...


Mi dragón de hielo...


Con cada voz apagada e irrecuperable quedé estancada aquí, danzando en la oscura viscosidad del silencio.
Parada en un lodazal espeso, la luz es una quimera y el cielo ha descendido tanto que simula un manto de pegajoso alquitrán que va absorbiendo mis pasos y me roba la energía.

Y aquí abajo acecha un dragón de hielo...

No tengo un tiempo para llorar porque ya estoy cansada del tiempo y sus falacias. No existen futuros para imaginar ni presentes que palpar y los pasados cada día se asemejan más a una ilusión, a un espejismo que crean mis deseos, que fabrica mi necesidad, que acentúan éste hastío y éste frío.

Me gusta pensar que mis ausentes me susurran con el viento, que me miran desde las sombras que casi no distingo, que me besan con aromas de jazmines nuevos, que me abrazan en la tibieza del atardecer.

Escapo de mí misma, o eso imagino, porque siempre que creo subir, estoy bajando y las veces que me parece salir, estoy entrando.
Y aquí, en las catacumbas del abandono, veo a los que nunca son vistos, a los que están ahogados de desesperanza, a los que un día habrá que la justicia abrace.

Mi alma es hoy un aquelarre de dolores desbordados, de gritos inaudibles y de penas en parte propias, en parte ajenas.
La sal de mis lágrimas egoístas terminarán en el mar de los llantos compartidos, el de las penas más antiguas, el de las injusticias sin sentido.

Estoy hoy en un lugar sin nombre, sumergida en las profundidades insondables de mí misma. Un laberinto sin paredes ni pasillos, sin entrada ni salida, tan extenso y yerto que resulta inabarcable para la comprensión humana.
Asomaré (asomaremos) la cabeza por sobre el horizonte sólo para ver otro horizonte más lejano donde habrá un nuevo laberinto sin entrada ni salida.

Habitamos y padecemos cada laberinto, uno por vez. Seres solitarios atascados en un infinito suceder de pasillos y de puertas cerradas a los que llegamos sin saberlo y sin pedirlo desde el vientre materno, al que nunca más podremos volver.

Lo único que sé ahora es que soy palabra...
y seré silencio.


Del revés...


Se me astillan los ojos de amargura
y se hielan mis palabras nunca dichas.
Es el mundo y sus dolores,
es la vida que machaca.
Es la orilla del desierto
que he cruzado alguna vez
y que temo repetir.

Los peldaños que he trepado
con esfuerzo y con esmero
me han traído, traicioneros,
a éste pozo de fantasmas.

Está oscuro y hace frío
y me aturde un silencio inhumano.
Abro puertas canceladas por muros
y ventanas que muestran los adentros.

Es un pueblo que se ha empeñado
en albergar las soledades,
atestado de palabras mudas
que deambulan como ánimas,
como muertos no nacidos.

Todo es muy extraño
y a la vez tan familiar.

Musas...


En este rincón intangible donde el todo y la nada se confunden, de tanto en tanto dejo palabras grabadas en el aire. Son miedos y son dudas; tristezas, dolores e impiedades.
No hay alegrías ni atisbo alguno de felicidad, porque si las hubiera jamás mi nimia huella estaría aquí y nadie nunca podría haber encontrado lo que es imposible que exista.
Si un día la felicidad fuera tan plena y prepotente en mí, todas estas palabras ardidas y grises morirían por siempre en el limbo del olvido. Pero si de algo estoy cierta es de lo quimérico de esta posibilidad, por eso mis palabras (aún las vacías o las gastadas) seguirán latiendo aquí, como aletargada garúa sobre los tejados...