Los días parecen empeñados en expandirse con bifurcaciones alocadas, como los brotes de un árbol embriagado de primavera. Decisiones, elecciones y circunstancias que se entrecruzan sin fin hasta convertirse en una maraña indescifrable de contradicciones.
Son encrucijadas yuxtapuestas y que, tome el camino que tome inevitablemente me llevarán a una nueva encrucijada, diferente pero igual. Más que caminos, parecen desfiladeros angostos que se cierran detrás de mí y me impiden volver atrás.
Pero todo, comprendo al fin, no deja de ser un círculo, un laberinto en el que todos los caminos nacen y mueren en un mismo misterioso punto, el eterno Sol Negro. El punto caótico del origen y del final de todo lo que existe, de todo lo que aún no es y de todo lo que nunca será.