Un ácido corre y corroe.
Quema y degrada, corriendo.
Y un hilo de sangre.
El silencio cubre todo,
ahoga el llanto y me adormece.
Un pesado y viejo hastío
anticipa la furia
y la potencia.
Por fuera la nada que aquieta.
Por dentro un hervor que agita.
En la piel se marcan las huellas.
No puede contenerlo todo
y las llagas se ahondan.
Y el ácido quema. Calcina.
Se contraen lo huesos.
Oprimen.
Los ojos muertos brillan, vidriosos.
Los ojos muertos y allá la vida.
La vida muerta, sin ojos.