Una mañana...


Mi cabeza da vueltas por infinitos mundos vacíos. Salgo a flotar por los  infiernos de la nada hasta volver al mismo punto de partida, como encerrada en un gigantesco laberinto que no existe, pero que se siente opresor, asfixiante. Perverso.

En algún momento de lucidez compruebo con angustia que allí donde debería crecer la vida, crece la muerte.

Camino por la casa los mismos pasillos quietos, las mismas sombras. Miro sin ver lo mismo una vez y otras mil. Nada se mueve, nada está vivo, todo me demuestra ausencia y desinterés, desgano, soledad. Abandono.

El silencio de los míos golpea el alma con puño de hierro y ya ni los espejos me hablan.

De algún lado surge un gusano hambriento, sigiloso como el aire, que deglute ilusiones y esperanzas. El silencio lo apaña, la quietud lo alienta, la abulia lo alimenta y yo estoy sin fuerzas para enfrentarlo.

Pero una mañana me levantaré...




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