La casa es hoy un espacio imposible de definir, de una vastedad y de una quietud inconmensurables apenas perturbadas por los recuerdos que cruzan por mi mente como huidizos espectros.
Los muros se tragaron todas las palabras y ahora se muestran más altos, más anchos y más fríos. Las noches se anticipan y las luces no alcanzan para delinear el corazón.
Recorro los pasillos sin saber adónde voy, como enclaustrada en un laberinto que no tiene salida ni entrada a la esperanza. No hay voces. Nada respira y la vida parece una quimera. Sólo adivino el eco de mis pasos que no me acompañan, sino que se alejan de mí como huyendo con sigilo.
Alcanzo a sentarme antes de llorar y la oscuridad me abruma...