Echas a vuelo tu esencia pura
con las alas blancas
de mil gaviotas de sal y sol.
Generosa despliegas
tu larga mirada de azules,
tan extensa y abarcadora
como bruma de lo eterno.
Tu vientre es templo vivo
de fertilidad perpetua
y se expande en el murmullo
de lo profundo y lo secreto.
En la amorosa humedad
de tu placenta y sus secretos
se presentan las ausencias,
se proyectan al mañana
y a los tiempos ya sin tiempo.
Sabrás Madre Salitre,
que en tu fecunda esencia
llevarás por siempre
lo mejor de esta vida
y que en el frío de una noche
me verás volver
hecha brisa de otoño,
lágrima de sal y misterio.
Entre tus ciclos y reciclos,
entre tus flujos y reflujos
me irás nutriendo
una vez y otra más
del amor de los ausentes
hasta que una madrugada
tu sangre inquieta
nos devuelva renacidos
en otras vidas,
en más abrazos.