Si existiera el tiempo el futuro sería un punto incrustado en un rincón del círculo oscuro de la nada, y si entonces existiera mi futuro sería ese punto, vacío y anodino, en el centro del silencio quejumbroso, en el fondo de un volcán dormido, en el suspiro de un cadáver recién nacido.
El alma duele en el cuerpo y el corazón se cierra en un puño, aterrado, rígido como el miedo al miedo, como aquel punto en el centro de la nada. Se eterniza el martirio del dolor de cada día y de toda hora. Se aposentan el insomnio repetido y las noches vencidas.
Pero qué es un punto sino algo informe con fronteras inciertas o tal vez un mínimo horizonte encerrado en sus silencios. Yo necesito cielos abusivos, de infinitos que precisan de miradas inacabables para huir de este cerco de cemento y de furia, de las noches que oprimen, de los corazones dormidos, de las almas ausentes que queman como lágrimas. Escapar incluso de mí misma pues mis sueños y mis pasos ya no tienen meridianos que alcanzar y a mis ojos los abruman los ayeres...
Y entonces camino por el desfiladero de la desesperanza con la ilusión del pragmático de un lado y la fe de los ateos del otro.
Pero qué es un punto sino algo informe con fronteras inciertas o tal vez un mínimo horizonte encerrado en sus silencios. Yo necesito cielos abusivos, de infinitos que precisan de miradas inacabables para huir de este cerco de cemento y de furia, de las noches que oprimen, de los corazones dormidos, de las almas ausentes que queman como lágrimas. Escapar incluso de mí misma pues mis sueños y mis pasos ya no tienen meridianos que alcanzar y a mis ojos los abruman los ayeres...
Y entonces camino por el desfiladero de la desesperanza con la ilusión del pragmático de un lado y la fe de los ateos del otro.