Nada cambia en realidad.
Mil encrucijadas
y un horizonte gastado.
La misma piedra en el camino,
la misma flor, el mismo cielo.
La tristeza remanida
en los campos desolados,
dos sencillas alegrías
y un deseo ya olvidado.
Y nada cambia, en realidad.
Un día que sucede a otro,
una ilusión perdida y sola
y el descubrir ya sin asombro
que hay poca cosa con sentido.
Los atardeceres adormecidos
que se escurren en silencio...
y yo atada a una estrella.