La veo allá, tan lejana,
indiferente y solitaria
que en éste ahora
y en éste siempre
me identifico con ella,
me mimetizo.
Puedo llegar a comprender
que nos miramos en silencio
desde un mismo desencanto.
Y en mi perturbada contemplación
me pregunto desde aquí abajo
qué pensará la luna de mí,
en cada noche desvelada,
en cada madrugada sin paz.
Nada...
Ella no pensará nada
o eso es lo que imagino.
Sólo permanece allí,
intocable para un corazón,
inalcanzable y nívea.
Lejana,
presente y ausente
con sus secretos ocultos,
ensimismada y fría.
Mira sin ver,
perdida en la noche.
Tan perdida como yo,
solitaria en lo oscuro
dejando caer de a una,
de a diez
o de a mil
las lágrimas espesas
del abandono y del olvido.
De esta ausencia cruel,
de esta carencia de abrazos,
de besos perdidos en el ayer
que parieron con golpe certero
su/mi eterna nostalgia.
Lágrimas que son el testimonio
de esta ausencia sin esperanzas.
Me ve allá, tan lejana,
indiferente y solitaria
que en éste ahora,
en éste siempre
se identifica conmigo,
se mimetiza.