Llevo para siempre un bagaje de heridas.
Pequeñas, grandes, dolorosas o también algunas que transmutan en risueñas tras el tamiz del tiempo.
Heridas de amores, del alma, del ego, de mis fracasos.
Heridas que han cicatrizado. Algunas bien y otras quién sabe...
De todas ellas sólo hay una que jamás cicatrizará porque no es posible el olvido. Sólo una quedará indemne hasta que me pueda perdonar a mí misma. Sólo una que, aún oculta a los ojos ajenos, siento que todos perciben.
Sólo una. Aquella que me acompaña desde el día en que me arrodillé...