Si de creer se trata,
diría que fui siempre
una suerte de creyente,
una ilusa practicante.
Creí que el tiempo no fluía,
que era un mero formulismo.
Un manto imperceptible,
tan eterno como mío.
Creía que el amor
se adhería con un beso,
y que mil besos desterrados
perpetuaban el dolor.
Creí en lo firme de mis huesos,
en lo fresco de mis sienes
y en la agreste insurgencia
de la carne desmadrada.
Creí siempre que la vida
podía ser miles de cosas,
pero nunca esta quimera.
Este irse poco a poco.
Mariel